Había decidido ponerme las pilas en mi titulación para después analizar si seguiría buscando trabajo de algo de la carrera o si mejor me iría a vivir a otro país, aunque fuera abajo de un puente.
Trabajaba en un lugar cómodo, mal pagado, explotador, pero cómodo. Tenía un horario fijo, dormía poco, pero salía temprano y al irme a dormir no me agobiaban los pendientes.
Genaro llamó un día, me preguntó si sabía inglés, que qué tanto. Dije que si, que en un 50% a nivel conversación "Eso es todo lo que necesito" dijo.
No se con exactitud lo que pasó en los días siguientes, yo dije que si, ellos dijeron que no, todos decían que si, yo decia que no, mi anterior jefe dijo que por favor no, yo dije que si al fin.
Terminé mudándome a un cubículo azul, una oficina en toda la extensión de la palabra, elevadores, espejos, poca luz, tecleos interminables, teléfonos que suenan cuando nadie contesta y olas de voces que vienen y se van de manera intermitente.
Ese lugar es como un gran monstruo en medio de una colonia vieja, un monstruo con las entrañas de espejo. Es un viaje a los noventa, donde la recepción parece nave espacial y la redacción es un viaje al principio de los tiempos del periodismo.
La idea del PE-RIO-DI-CO es algo tentador, Santa Cruz me dijo que no habría otra oportunidad, que el proceso generalmente es que uno toque las puertas de los diarios sin respuesta "no va a llamarte nadie otra vez para ver si quieres escribir en sus páginas¨.
Pensé que tenía razón, tal vez sigo creyéndolo, pero la práctica del periodismo financiero es muy distante de la idea del periodista romántico, el que va de evento en evento, llama y llega cansado a la redacción para escribir de manera incesante.
Mi día periodístico es más bien una maraña de angustia, vivo pendiente de las notas de prensa internacional, me tiemblan las rodillas cada vez que tengo que entrevistar y quiero chillar cada vez que tengo que hablar en inglés.
He trabajado los últimos dos fines de semana, el último día festivo (hoy) y temo que este fin se repita la historia.
Lo cierto es que tengo muchas dudas de si esto es lo que quiero, soy una periodista gitana, lo sé porque no soy huevona y no me da miedo escribir de lo que quiero ni darle un enfoque diferente a las cosas, no me importa no dormir a fin de entregar una buena nota, algo bien hecho, pero creo que me ha devorado el miedo de dedicarme a lo que me gusta.
Quizá no sea miedo, quizá sea que aún no sé a bien lo que realmente me gusta.
Trabajaba en un lugar cómodo, mal pagado, explotador, pero cómodo. Tenía un horario fijo, dormía poco, pero salía temprano y al irme a dormir no me agobiaban los pendientes.
Genaro llamó un día, me preguntó si sabía inglés, que qué tanto. Dije que si, que en un 50% a nivel conversación "Eso es todo lo que necesito" dijo.
No se con exactitud lo que pasó en los días siguientes, yo dije que si, ellos dijeron que no, todos decían que si, yo decia que no, mi anterior jefe dijo que por favor no, yo dije que si al fin.
Terminé mudándome a un cubículo azul, una oficina en toda la extensión de la palabra, elevadores, espejos, poca luz, tecleos interminables, teléfonos que suenan cuando nadie contesta y olas de voces que vienen y se van de manera intermitente.
Ese lugar es como un gran monstruo en medio de una colonia vieja, un monstruo con las entrañas de espejo. Es un viaje a los noventa, donde la recepción parece nave espacial y la redacción es un viaje al principio de los tiempos del periodismo.
La idea del PE-RIO-DI-CO es algo tentador, Santa Cruz me dijo que no habría otra oportunidad, que el proceso generalmente es que uno toque las puertas de los diarios sin respuesta "no va a llamarte nadie otra vez para ver si quieres escribir en sus páginas¨.
Pensé que tenía razón, tal vez sigo creyéndolo, pero la práctica del periodismo financiero es muy distante de la idea del periodista romántico, el que va de evento en evento, llama y llega cansado a la redacción para escribir de manera incesante.
Mi día periodístico es más bien una maraña de angustia, vivo pendiente de las notas de prensa internacional, me tiemblan las rodillas cada vez que tengo que entrevistar y quiero chillar cada vez que tengo que hablar en inglés.
He trabajado los últimos dos fines de semana, el último día festivo (hoy) y temo que este fin se repita la historia.
Lo cierto es que tengo muchas dudas de si esto es lo que quiero, soy una periodista gitana, lo sé porque no soy huevona y no me da miedo escribir de lo que quiero ni darle un enfoque diferente a las cosas, no me importa no dormir a fin de entregar una buena nota, algo bien hecho, pero creo que me ha devorado el miedo de dedicarme a lo que me gusta.
Quizá no sea miedo, quizá sea que aún no sé a bien lo que realmente me gusta.
4 comentarios:
nunca pensé que tu nuevo trabajo cobrara tanta fokin vida.
pues espero que decidas lo que quieres hacer lo más pronto posible y no tengas tantas duda!
Yo no sé lo que quiero, pero sí sé lo que NO quiero y eso, mi queridísima amigui mil, es ¡ATERRORIZANTE!
hola reina, ps así visitando a las estrellas del periodismo, extrañaba leerte, ojalá todo marche como debe ser!! besotes!!!
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