Si pudiera decirte algo, así sin pretensiones para herirnos, sin presumir, sin llorar, sin sonar a reproche, te diría que te extraño por las noches en las charlas del messenger, que añoro los tiempos cuando no éramos más que compañeros poniéndose de acuerdo para el trabajo de alguna materia de la uni.
Los dos tipos raros del grupo,la chica del morral que siempre parece estar en otro lado y el chico de la voz grave que es amigable con todos pero no termina de encajar en ninguna parte.
Extraño los aventones cuando nos quedábamos horas en la parada sin tomar la decisión de salir del coche e ir a mi casa, no porque tuvieramos nada, sino por la plática y la buena música, ambas cosas no volverán.
En algún momento nos perdimos y ya no somos los mismos, ni hablar de los abrazos sinceros en las tardes de lluvia, o las llamadas en la madrugada nomás para ver cómo va la chamba nocturna, ni hablar de los gustos, las pelis o las carcajadas.
Te extraño . punto
sábado, 17 de octubre de 2009
viernes, 16 de octubre de 2009
Utopía
Comimos esa tarde y él me dijo que en efecto estaba casado y tenía un hijo, yo respiraba aliviada porque había sentido su mirada explorando mi rostro más de lo normal.
Salimos del restaurante y no me dio un abrazo que duró demasiado tiempo, no me dijo que yo era una chica muy linda, ni frunció el seño cuando le dije que estaba profundamente enamorada de mi novio.
Nunca pasamos más tiempo juntos del debido y nunca rompimos las barreras de confianza, siempre hemos sido respetuosos del espacio vital del otro.
Alguna vez pensé que a lo mejor era atractivo pero la idea se desvaneció tan pronto como había llegado, nunca he tenido la tentación de besarlo o tomarlo de la mano, él nunca me ha dedicado un escrito que me haga estremecer, y definitivamente nunca nos hemos hecho caricias en las manos o los pies por debajo de la mesa.
Salimos del restaurante y no me dio un abrazo que duró demasiado tiempo, no me dijo que yo era una chica muy linda, ni frunció el seño cuando le dije que estaba profundamente enamorada de mi novio.
Nunca pasamos más tiempo juntos del debido y nunca rompimos las barreras de confianza, siempre hemos sido respetuosos del espacio vital del otro.
Alguna vez pensé que a lo mejor era atractivo pero la idea se desvaneció tan pronto como había llegado, nunca he tenido la tentación de besarlo o tomarlo de la mano, él nunca me ha dedicado un escrito que me haga estremecer, y definitivamente nunca nos hemos hecho caricias en las manos o los pies por debajo de la mesa.
viernes, 9 de octubre de 2009
Soft Friday
Desperté tarde, corrí bajo el sol y he pasado toda la mañana perdiendo el tiempo en internet y jodiendo, como sólo yo se hacerlo, para conseguir entrevistas.
Ayer salí a las 10 de la noche del periódico, con más frustración que satisfacción pero con mi trabajo entregado y la panza llena porque fuimos todos a comer (atascarnos) a un lugarcito argentino.
Lo cierto es que le estoy agarrando la onda, tengo un jefazo, es la buena onda con patas y no para de repetirme que en unos meses los otros periódicos van a estar peleando por mi (ojalá lo escuche quienquiera que sea dios y le haga caso).
Escucho a Nortec y a las pupinis intercalados, este viernes está bastante a gusto, todavía tengo pendiente el trabajo de domingo para lunes pero, naaaaa, lo dejaré para después, hoy voy a disfrutar mi casa, el acordeón, a L. , las palomitas, los perros y el sol que se filtra en las ventanas
Ayer salí a las 10 de la noche del periódico, con más frustración que satisfacción pero con mi trabajo entregado y la panza llena porque fuimos todos a comer (atascarnos) a un lugarcito argentino.
Lo cierto es que le estoy agarrando la onda, tengo un jefazo, es la buena onda con patas y no para de repetirme que en unos meses los otros periódicos van a estar peleando por mi (ojalá lo escuche quienquiera que sea dios y le haga caso).
Escucho a Nortec y a las pupinis intercalados, este viernes está bastante a gusto, todavía tengo pendiente el trabajo de domingo para lunes pero, naaaaa, lo dejaré para después, hoy voy a disfrutar mi casa, el acordeón, a L. , las palomitas, los perros y el sol que se filtra en las ventanas
BUEN VIERNES A TODOOOOOS
sábado, 3 de octubre de 2009
AMOR ODIO
Mi relación con la comida es algo así como una relación enfermiza de dos amantes que no se quieren, pero se necesitan.
Me molesta comer sola en público, como cuando te incomoda besar a tu novio en un lugar público, o en medio de una fiesta.
Cuando era pequeña, la comida era uno de mis juguetes, con el cuál jugué hasta salir lastimada. Solía jugar a que los frijoles refritos eran caviar y yo era una muchacha rica. Veía mucha televisión y siempre que bebía sidral mundet pensaba que era un wisky y yo una alcohólica adolescente de beverly hills 90210.
Cuando murió mi abuela, mi compulsión por jugar toda la tarde se convirtió en mi compulsión de comer todo lo que se me atravesaba: una vez mi hermana y yo nos empachamos con salchichas, fue mi culpa, simplemente no quería dejar de comer.
Luego fue distinto, la secundaria, las faldas cortas, los chicos y las cinturas que cada vez se marcaban más a mi alrededor me hicieron cambiar de parecer.
Enfermé fuerte de gripa, estuve como tres días sin probar bocado y descubrí que mis pantalones no apretaban tanto, en resumidas cuentas eso fue el principio de un proceso que me llevó de la talla 15 a la talla 5 en unos cuantos meses.
Ahí estaba yo, con la cabeza llena de chinos y la cintura más breve de mi salón, pero también tenía las ojeras más pronunciadas y los peores problemas en materia de defensas.
Me cayó el veinte un día luego de un par de desmayos, tenía que comer y comer bien.
Entonces recuperé la confianza, deje de fijarme en las calorías y deje de comer de manera TAN compulsiva, regresé a la talla 11, luego a la 9 y así anduve largo rato.
Luego regresé al ejercicio, empecé a correr para huir de los amores cobardes, empecé a cuidarme y a retomar las cosas y ponerlas en su lugar.
Ahora soy talla 5 a casi 15 años de haber empezado con la relación más problemática de mi vida.
Es triste pensar que todo lo que como me cae mal, o que cada vez que como algo sabrosote y grasoso deseo con todas las fuerzas que me caiga mal y me induzca una diarrea de esas severas que te deja con el vientre plano y una hermosa sensación de ligereza.
Supongo que la comida y yo tenemos un matrimonio de esos viejos: nos llevamos bien en las fiestas, nos aborrecemos a la hora de desvestirnos e ir a la cama y somos cordiales en público, pero no nos queremos, no podemos dejarnos y, desgraciadamente, yo sigo sin quitarme la compulsión.
Me molesta comer sola en público, como cuando te incomoda besar a tu novio en un lugar público, o en medio de una fiesta.
Cuando era pequeña, la comida era uno de mis juguetes, con el cuál jugué hasta salir lastimada. Solía jugar a que los frijoles refritos eran caviar y yo era una muchacha rica. Veía mucha televisión y siempre que bebía sidral mundet pensaba que era un wisky y yo una alcohólica adolescente de beverly hills 90210.
Cuando murió mi abuela, mi compulsión por jugar toda la tarde se convirtió en mi compulsión de comer todo lo que se me atravesaba: una vez mi hermana y yo nos empachamos con salchichas, fue mi culpa, simplemente no quería dejar de comer.
Luego fue distinto, la secundaria, las faldas cortas, los chicos y las cinturas que cada vez se marcaban más a mi alrededor me hicieron cambiar de parecer.
Enfermé fuerte de gripa, estuve como tres días sin probar bocado y descubrí que mis pantalones no apretaban tanto, en resumidas cuentas eso fue el principio de un proceso que me llevó de la talla 15 a la talla 5 en unos cuantos meses.
Ahí estaba yo, con la cabeza llena de chinos y la cintura más breve de mi salón, pero también tenía las ojeras más pronunciadas y los peores problemas en materia de defensas.
Me cayó el veinte un día luego de un par de desmayos, tenía que comer y comer bien.
Entonces recuperé la confianza, deje de fijarme en las calorías y deje de comer de manera TAN compulsiva, regresé a la talla 11, luego a la 9 y así anduve largo rato.
Luego regresé al ejercicio, empecé a correr para huir de los amores cobardes, empecé a cuidarme y a retomar las cosas y ponerlas en su lugar.
Ahora soy talla 5 a casi 15 años de haber empezado con la relación más problemática de mi vida.
Es triste pensar que todo lo que como me cae mal, o que cada vez que como algo sabrosote y grasoso deseo con todas las fuerzas que me caiga mal y me induzca una diarrea de esas severas que te deja con el vientre plano y una hermosa sensación de ligereza.
Supongo que la comida y yo tenemos un matrimonio de esos viejos: nos llevamos bien en las fiestas, nos aborrecemos a la hora de desvestirnos e ir a la cama y somos cordiales en público, pero no nos queremos, no podemos dejarnos y, desgraciadamente, yo sigo sin quitarme la compulsión.
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