Cuando conocí a Gerardo él no podía ni verme, le caía mal (eso no es raro, la gente suele prejuzgame nomás porque soy un po-qui-tín arrogante), luego, por obra y gracia de los sagrados astros comenzamos a platicar, a intercambiar cuentos y se convirtió en una de esas personas imprescindibles en mi vida.
Sus cuentos siempre me han parecido brillantes, muy brillantes, como las historias que uno oye de viva voz y no puede dejar de escuchar hasta que llegan a su fin.
Gerardo cargaba con un amor viejo que hasta el día de hoy dudo que haya superado pues la sonrisa le sale igual de amarga que aquellos días, cuando mientras llovía yo leía sus cuentos, suspirando y pensando si alguien me escribiría alguna vez algo así.
Frida Menesc escribió una historia de su Ciudad Lokura, inspirada en Gerardo, inspirada en los miedos al "hubiera" y en esa sonrisa amarga de uno de mis mejores amigos.
El teléfono sonó el otro día, el cuento salió seleccionado para un certamen en la FES Acatlán, así que todos aquellos que no tengan nada que hacer el martes 11 a las 11 am pueden ir a la FES al auditorio de investigación en el Bunquer y escuchar los latidos de Ernesto, un espejo donde quise retaratar al Gerry y sus eternas sonrisas.
Sus cuentos siempre me han parecido brillantes, muy brillantes, como las historias que uno oye de viva voz y no puede dejar de escuchar hasta que llegan a su fin.
Gerardo cargaba con un amor viejo que hasta el día de hoy dudo que haya superado pues la sonrisa le sale igual de amarga que aquellos días, cuando mientras llovía yo leía sus cuentos, suspirando y pensando si alguien me escribiría alguna vez algo así.
Frida Menesc escribió una historia de su Ciudad Lokura, inspirada en Gerardo, inspirada en los miedos al "hubiera" y en esa sonrisa amarga de uno de mis mejores amigos.
El teléfono sonó el otro día, el cuento salió seleccionado para un certamen en la FES Acatlán, así que todos aquellos que no tengan nada que hacer el martes 11 a las 11 am pueden ir a la FES al auditorio de investigación en el Bunquer y escuchar los latidos de Ernesto, un espejo donde quise retaratar al Gerry y sus eternas sonrisas.
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